Hoy cuando escribo esta entrada es martes y trece de Agosto, muy apropiado para
hablar de las supersticiones, pero no lo voy a hacer porque yo no lo soy. En
cambio no me gusta que se derrame la sal, quizás sea debido a que lo aprendí
desde pequeña, pero tampoco sé qué significado tiene. Dejar las tijeras medio
abiertas, no las dejo, las cierro en seguida, ¿por qué?, no lo sé, ¿por pura
inercia, quizás?
Pasar por debajo de una escalera abierta, yo no paso, prefiero
dar un rodeo, por si acaso… Dar vueltas a un paraguas abierto, tampoco. A ver
si es que va a ser que sí lo soy. Reconozco que un poco nada más, y es para
tomar precauciones por si lo que se cuenta se llega a cumplir. Es la primera
vez que me pongo a pensar en profundidad
en este tema, pues nunca antes lo había hecho; tal vez sea porque no le
doy demasiada importancia a ciertos signos clave que sirven para la creencia
firme del supersticioso enraizado.
Empezaba diciendo que no iba a tocar el
tema de la superstición, porque no lo soy, y termino reconociendo que sí lo
soy, pero muy poco. Yo he visto a chicas jóvenes huir y santiguarse cuando han
visto a un gato negro.
Las mismas cosas tienen doble significado
en el tema de las supersticiones, es decir, lo que para algunos es pura
superstición, para otros es motivo de buena suerte; por ejemplo: hay quien cree
que los gatos negros dan buena suerte, y más aún, conozco la existencia de una
administración de lotería que se llama así, y siempre está llena de gente.
El número 13 a unos les da mala suerte, y
a otros, buena, tanto es así que ese número es muy buscado, tanto en lotería,
como en el cupón, sin olvidar que este año termina en 13.