En los
telediarios vemos a diario escenas escalofriantes, que suceden en nuestras
carreteras, la mayoría de las veces son debido al exceso de velocidad; por
tomar drogas o alcohol.
Pero lo más sorprendente es ver esas escenas
impactantes grabadas desde un helicóptero, donde se puede ver que se maneja el
móvil, se lee, e incluso se suelta el volante y a una velocidad de 200 kilómetros
por hora, por carreteras secundarias.
A mí lo que
más se me ha quedado grabado, es ver cómo una madre va conduciendo con una
mano, y con la otra le está dando el biberón a su bebé. Si ella quiere
arriesgar su vida, allá ella, pero no entiendo que lo haga con su propio hijo,
o hija.
Se habla de
que muchos jóvenes, son bastante irresponsables, sin embargo, me doy cuenta que
en los adultos también podemos encontrar a gente sin sentido de la
responsabilidad, porque como he dicho antes, quien quiera arriesgar, que cargue
con las consecuencias, pero que los que conducen con prudencia y respetando las
normas de tráfico, no tengan que verse implicados en un accidente, y encima,
mortal.
Antes de
coger el volante, parémonos a pensar ¿para qué tanta prisa, tantos nervios y
tanto estrés?, ¿merece la pena terminar en la cuneta, o hacer daño a terceras
personas?
Lo mismo
ocurre con el móvil; si los hay de manos libres, ¿para qué entretenerse
manejándolo, quedando suelto el volante? ¿Tan importante es lo que tenemos que
decir, que no podemos esperar?
Estas cosas
sólo se piensan cuando alguien a quien conocemos y queremos, le ocurre algo irreparable, y nos
lamentamos de ello. Entonces entendemos que la vida es un don preciado, y que
ojalá se hubiese actuado de otra manera, porque el riesgo en carretera casi
siempre nos lleva a la destrucción.
Hay que
tratar de vivir la vida con tranquilidad, aunque para ello tengamos que tomar
tila de vez en cuando, sabernos comportar en cada momento, e intentar ser
felices lo mejor que podamos, así también haremos felices a los demás.