Continuamos con el cuento de las aventuras del Gallo Kiriko.
“Han llegado
a la estación de esquí. Hay mucho ambiente. Mirta se dispone a esquiar, pero ve
que el gallo Kiriko se queda plantado como un poste.
-¿Es que no
sabes esquiar? –pregunta Mirta.
-¡Ya lo
creo! –responde el gallo Kiriko.
-No
comprendo tu actitud, pues si sabes esquiar, ¡vamos!
Se acerca
lentamente hasta donde está la ardilla, y ésta lo empuja sin más.
-¡A ver si
arrancas de una vez!
-¡Ah, ah,
ah!...
Alcanza una
velocidad vertiginosa. Mirta baja detrás de él. A los pocos metros lo ve hecho
una equis, es decir, ha caído dando tumbos él y los esquíes. Ha quedado con la
cabeza hundida en la nieve y las patas hacia arriba.
-¿Qué ha
ocurrido? –pregunta Mirta, asustada y temblorosa.
El gallo
Kiriko casi sin poder hablar, contesta:
-¡No sé
esquiar!
-¿Y por qué
me has mentido? ¿No ves que te podría haber ido peor?
-He querido
presumir contigo.
Mirta avisa
de inmediato a la ambulancia. Ha costado poderle quitar los esquíes, pero al
fin se lo llevan al hospital. Mirta lo acompaña. Está triste, pero enseguida se
sobrepone y se arma de valor para animar a su buen amigo.
Llegan a
urgencias e inmediatamente le escayolan una pata. Suerte que después de tan
aparatosa caída, sólo ha sido un esguince. Tiene que andar unos días con
muletas.
La ardilla
Mirta va todos los días a visitarle, dan un paseo por el Lago y luego
meriendan.
El gallo
Kiriko come caramelos y echa los papeles al suelo.
-¿Qué
haces?, ¿no sabes que los papeles deben echarse a las papeleras?
-¡Pero si
son pequeños!
-Eso no
importa. Hay que colaborar entre todos. ¿No ves cómo están las calles de
limpias?
-¡En efecto!
Una de las cosas que más me ha llamado la atención es ver cómo están de limpias
las calles aquí en Suiza.
Transcurridas
unas tres semanas, le quitan la escayola y se pone a dar saltos de alegría.”