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Continuación del cuento: El anillo de diamantes



Como lleva varias noches sin dormir, se ha tomado barbitúricos. Así es que entre las pastillas y los tapones, está durmiendo tres días seguidos sin interrupción.
Ramira, que es así como se llama la criada, ha estado unos días ausente por ir a visitar a sus sobrinos. A su regreso se entera de la noticia y va presurosa a contárselo a su señora.

-¡Mme., Mme.!

-¿Qué ocurre, Ramira?

-¿Se ha enterado de la noticia?

-¡Explícate de una vez!

-Pues, ¡verá, señora!

Y le refiere todo cuanto ha sucedido.

A Mme. Antoinette, por poco le da un ataque. Pensando en ese momento estrangular al pobre gallo y hacer un buen caldo con él, pero de repente cambia de táctica.

Al día siguiente se presenta en la granja muy amablemente, desea ver a los animales y darles de comer, pues le hace ilusión. Le recuerda su infancia.

La señora Matilde la ve tan decidida que consiente en ello. Va con un vestido voluptuoso, lleno de adornos y encajes, que parece aumentar más su enorme figura.

Luce unas joyas preciosas. El broche y los pendientes van a juego, llevando un rubí en el centro y nueve diamantes alrededor. El engarce de oro está trabajado artesanalmente por joyeros especializados de gran prestigio internacional. Lleva además un brazalete de oro del más fino y exquisito gusto. Los dibujos tallados y realzados, le dan un toque de distinción. Las manos están recubiertas de valiosas sortijas.

Empieza a repartir la comida y el gallo Kiriko se pone en primera línea para picotear y tragar todo lo que le echen.

Mme. Antoinette tiene un plan; mezclar la comida con veneno y así deshacerse de aquél que le ha hecho perder tan gran fortuna.

Satisfecha ha quedado por tan buena idea llevada ya a cabo. Sólo tiene que esperar unas horas para que surja el efecto. Se despide muy agradecida.

La sorpresa es grande, cuando a las seis de la mañana, más enérgico que nunca, el gallo Kiriko se pone a cantar…”

Continuará en el siguiente artículo.
Hasta pronto.