Ramira se
levanta, va a la cocina para preparar el desayuno y ve que no está allí el
paquete de azúcar que ha comprado. Le pregunta a la señora y ésta enfadada por
no poder dormir de nuevo, le dice que no sabe nada.
Intenta
conciliar el sueño, pero le viene a la mente que quizás Ramira tenga Razón.
Se levanta
de manera impetuosa, va a la cocina y, efectivamente, se da cuenta que ha
cometido un error, ha cogido el azúcar en lugar del veneno. El veneno se
encuentra en el invernadero.
Ese mismo
día han llegado a la granja dos camiones para cargar pollos, entre ellos se
encuentra el gallo Kiriko, que aunque muy a pesar por parte de su dueña, le ha
tocado el turno para llevarlo al matadero.
Transcurridos
tres horas más o menos, llaman a la puerta de la granja, la señora Matilde abre
y es Mme. Antoinette, con las manos en la cabeza, sollozando.
-¿Qué le
ocurre Mme.? –pregunta asustada.
-¡Quiero ver
a su gallo Kiriko!
-¡Imposible!,
se lo han llevado esta misma mañana al matadero.
Si no llega
a estar cerca de una silla, Mme. casi se cae al suelo. Pronto vuelve en sí.
Repite continuamente:
-Mi anillo,
mi anillo.
-¡No
entiendo!
-¡He perdido
mi anillo de diamantes!
-¿Y, qué
tiene que ver mi gallo con su anillo?
-¡Mucho
señora, mucho!
-¿Recuerda
el día que vine a dar de comer a sus animales?, pues su gallo estaba entre
ellos. Vi que mientras comía brillaba algo, pensé que sería un trozo de
cristal, pero me he dado cuenta que he perdido mi anillo de diamantes.
Inmediatamente,
la granjera llama al matadero de aves diciendo que quiere recuperar a su gallo,
pero no explica el motivo.
-¡Tiene
suerte, aún no le ha tocado el turno!
Pero hay que
ir a por él. Mme. Antoinette quiere acompañarla, ella accede.
Hace un
calor espantoso, pone la camioneta en marcha y no arranca. Por fin soluciona el
problema. Ya llevan 20 Kms. de recorrido, sólo quedan 5 Kms. para llegar al
matadero, y vuelve a pararse la camioneta. El camino está desértico, no pasa
por allí nadie en ese momento. Como Mme. Antoinette no sabe conducir, tiene que
empujar. Suda lo suyo; su aspecto es deplorable, va despeinada y con una bata
larga hasta los pies que se va pisando a medida que empuja.
Por fin
llegan al matadero. Los animales al ver a Mme. se asustan formando un gran
alboroto.
Se llevan al
gallo Kiriko a la granja.
Le han
estado observando unos días hasta que al final ha expulsado el objeto deseado.
Ya no piensa
separarse más de él.
Será
nuevamente despertador para muchos.
A Mme. no le
queda otro remedio que acostumbrarse a su enérgico canto, si no quiere pasar
por más aventuras.”
La colección
completa consta de 56 cuentos del gallo Kiriko.
Un saludo
cordial para todos.